Y llegó el momento. Llegó ese primer fin de semana de marzo en el que durante dos días, los legendarios Scorpions iban a llenar el Palacio de Vistalegre de Madrid durante dos noches seguidas. El sol todavía iluminaba las calles aledañas al Palacio, y lo más sorprendente era la cola para entrar: casi un kilómetro de cola que correteaba como una serpiente por distintas calles del sur de la capital.
A las 8 de la tarde salían los suecos H.E.A.T al escenario a defender sus temas de rock melódico, que contrastaban con una actitud más heavy sobre el escenario. Cabe destacar la energía del vocalista Erik Grönwall, que tan sólo ha participado en el último disco de la formación, pero que se comporta como un auténtico líder sobre el escenario.
Llegaban las 21.15, ya de noche, y sobre una estructura de metal aparecía la batería de James Kottak mientras sonaban los acordes de Sting in the Tail, el tema que abre el último disco de estudio (con el mismo nombre) de Scorpions. Tras esto, los alemanes encabezados por Klaus Meine empezaron a intercalar algún tema del último álbum con canciones de toda su discografía.
Aunque los discos de Scorpions están llenos de canciones de diferentes subestilos dentro del rock, influidos sin duda por cada una de las décadas por las que han pasado los alemanes (cinco en total), mucha gente conoce a los de Hannover por ser uno de los grupos de heavy metal que cuenta con más baladas en su repertorio. Así, poco antes de llegar a la mitad del concierto, la banda liderada por Klaus Meine lanzaba su primera balada,»The Best is Yet to Come», para seguir con «Send Me an Angel» y «Holiday», estas dos últimas en formato acústico.
Tras el relax, tocaba la otra cara de la moneda: heavy metal que empezaba con «Raised on Rock», otro de los temas del Sting in the tail. Con el público ya despierto, llegaba el solo de batería, con la plataforma subiendo poco a poco , y Kottak además subiéndose encima de la batería a una altura vertiginosa. ¿El mejor momento? Cuando el baterista se dio la vuelta y enseñó la parte de atrás de su camiseta al público, para después quitársela y enseñar el tatuaje que llevaba en la espalda a los asistentes… que decía exactamente lo mismo que su camiseta: «Rock&Roll Forever».
Poco después, Rudolf Schenker salía con un tubo de escape enganchado a su guitarra que exuplsaba humo para tocar Blackout, y el apagón daba lugar a Six String Sting -ruidoso solo de guitarra de Matthias Jabs a todo volumen- y Big City Nights para hacernos creer que terminaba ahí el concierto.
Como era de esperar, los Scorpions dejaron sus dos ultra-conocidas baladas para los bises: Still Loving You y Wind of Change, en esta última con algún estribillo en castellano. Para terminar, la última canción servía para resumir lo que había sido la noche: «Here I am, Rock You like a Hurricane» decía la letra. ¿Por qué digo esto? Los alemanes habían llegado simplemente para dar un concierto de rock. Nada más… y nada menos: sin la pirotecnia y los grandes efectos que suelen acompañar a las míticas bandas rockeras, Scorpions vinieron con un show -a simple vista- tal vez menos espectacular, pero del que todos salimos sabiendo, sin saber por qué, que Scorpions son inigualables.