Jugaba en casa. Más madera para la leyenda del ídolo de las letras de calle. Joaquín Sabina triunfó anoche en la primera de las citas madrileñas de su gira «Lo Niego Todo«. Más de 12.000 personas corearon los grandes éxitos del de Úbeda casi desde el principio.
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La primera parte del concierto supuso un repaso al repertorio de su último disco de estudio: Lo Niego Todo.
«Desde el primer día tenemos grabadas a fuego las fechas de Madrid», ha señalado un Sabina emocionado por el «nudo» que, dice, se forma en la garganta «al tocar con la gente de uno, con la gente que uno más quiere». «Porque siempre es emocionante volver a casa», ha añadido con la voz temblorosa.
Pero ha tardado poco el jienense en tragarse los nervios, que sí le valieron un susto en 2014, pero que hoy han desaparecido alegremente.
Quizá por su «seguridad» en que las canciones que estrena con la colaboración de Leyva y Benjamín Prado iban a ser muy bien recibidas y por el entrenamiento al que se ha sometido durante su paso por México, Úbeda, Londres y Sevilla.
Rotunda ha sonado en su voz «de lija» la primera canción de la velada, esa que da nombre al nuevo álbum y que le ha ayudado al cantautor a mirarse en el espejo y burlarse de esa «caricatura» que se ha hecho de él.
Así ha abierto un bloque en el que ha despachado, al estilo de su admirada Mercedes Sosa, toda la selección de temas de su nueva aventura discográfica (doble Disco de Platino), que ha continuado con «Quien más, quien menos» y «Posdata«, que ha retumbado con aires mexicanos entre bailes del cantante.
Seguidas las dos de «No tan deprisa» y «Qué estoy haciendo aquí«, para la que el jienense ha sacado un «pito de caña», ese «dificilísimo instrumento» que le enseñó a tocar su «maestro», Javier Krahe, a quien también hace un guiño en la canción que ha desatado del todo al público, «Lágrimas de mármol», con una letra que demuestra que el que se llama «viejo verde» no teme a la vejez.
«Superviviente, sí, maldita sea». Y es que al Sabina de 68 años le gusta acordarse de lo bueno y de lo malo, para cantarlo con su particular humor y a través de estilos muy diversos que pueden pasar por el reggae, por la rumba o por el rock, como en la última de las canciones de la primera tanda, «Las noches de domingo acaban mal».
Después de ese momento y antes de llegar «al núcleo duro» del concierto, Sabina ha parado para hablar con cierto detenimiento de su banda o, en sus palabras, de su «familia», encabezada por sus fieles, Pancho Varona, Antonio García de Diego y Mara Barros.
A esta última le ha prestado el escenario para que cantase «Hace tiempo que no«, una canción de su disco en solitario compuesta por Sabina y basada en una conversación con su amigo Gabriel García Márquez. También Varona, con un look a lo Elvis Costello, ha tenido ocasión para mostrar su «talento en solitario», mientras el protagonista de la noche recobraba el aliento entre bastidores.
Lo recobraba para quitárselo después -ya con sombrero blanco- a quienes colmaban las gradas del antiguo Palacio de los Deportes, mediante «Una canción para la Magdalena» y, después, al proclamar su «Yo me bajo en Atocha» a modo de himno, o al pasear con brío «Por el boulevar de los sueños rotos«.
Pasada la hora y media de espectáculo, nadie podría poner en solfa el poder cautivador de Sabina cuando decide abrir el baúl de los clásicos delante de sus seguidores, que han vibrado con el poderío de Barros en cuanto ha entonado la popular «Y sin embargo te quiero», predecesora de otro de los momentos estrella de la velada, el profundo «Y sin embargo» de Sabina, seguido de (mucho) «Ruido».
La recta final ha llegado con «Peces de ciudad» y «19 días y 500 noches», bailada por muchos y coreada por todos, antes de que «Aves de paso», valga la redundancia, dieran paso al segundo receso, del que Sabina volvía con los bises.
«Noches de boda», «Y nos dieron las diez» y «Princesa«, anunciaban la despedida de un «trovador» que ha reaparecido para regalar «Contigo» y arrojar «Pastillas para no soñar».
Redacción (Agencias)