Ha pasado a la historia como una de las cantantes más explosivas que haya pisado un escenario, pero Tina Turner, que cumple esta semana 80 años, es también un ejemplo de resistencia ante las turbulencias que puede deparar la vida. Por ejemplo, el suicidio de su hijo mayor.
Retirada del mundo del espectáculo en Suiza, país donde vive desde hace décadas y del que es ciudadana (renunció a la nacionalidad estadounidense en 2013), la vida y figura de Turner siguen despertando fascinación, tanto que en 2018 se estrenó en Londres el musical «Tina – The Tina Turner Musical» que actualmente se está representando también en Nueva York y Hamburgo (Alemania).
Pero detrás de esta gran estrella, que entró en 1991 en el Salón de la Fama del Rock and Roll y que en 2018 recibió el Grammy honorífico «Lifetime Achievement Award», hay una vida muy compleja con momentos de gran éxito, pero también algunos de lo más tormentosos.
Descubierta cuando era una adolescente por Ike Turner, pionero del rock and roll, la cantante demostró ser un huracán ante el micrófono y se convirtió en los años 60 en todo un icono del soul y el rhythm and blues más apasionado, desbordante y sexual.
La parte más reconfortante de la biografía de resistencia de Tina Turner llega en los años 80, cuando ya en solitario alcanza el estrellato mundial llenando estadios por todo el planeta con una mezcla de pop, rock y baladas siempre sometida a su arrolladora personalidad sobre el escenario.
A esa época pertenecen éxitos descomunales, que siguen sonando hoy una y otra vez en la radio, como «The Best» o «What’s Love Got to Do With It», y discos como «Private Dancer» (1984).
Redacción (Agencias)