Cuarenta y tres años después de la muerte de René Goscinny, el irreductible Astérix ha quedado huérfano este martes con la desaparición a los 92 años de su segundo padre, Albert Uderzo, cúspide de un imperio labrado gracias al antihéroe galo.
Murió rodeado de su familia, tranquilo, en la casa en la que estuvo postrado por la enfermedad en los últimos años en Neuilly. Una crisis cardiaca, sin relación con el coronavirus que atormenta estos días al mundo, se llevó por delante al que muchos consideran el último exponente de la vieja escuela de dibujar personajes, un artesano del cómic que desde 2011 se había visto obligado a ceder el testigo por una recurrente tendinitis.
Pese a todo, la saga continúa, dado que Uderzo siempre se negó a que Astérix acabara con sus creadores y lo demostró cuando se quedó solo alimentando el mito durante más de cuatro décadas. Se encargó de que la saga continuara también sin él, de la mano del dibujante Didier Conrad y del guionista Jean-Yves Ferri, que ya han firmado cuatro álbumes.
Eso sin contar la decena de películas, reales y de dibujos animados, los productos derivados y el parque de atracciones que siguieron la estela y encumbraron a sus creadores, de nuevo reunidos ahora en el Olimpo de los dibujantes.
Redacción (EFE)