El Día Internacional del Beso se celebra hoy con menos besos de la historia. Y eso que el ósculo forma parte del lenguaje universal del amor pero además «ayuda a mitigar el dolor, refuerza el sistema inmunitario o libera endorfinas», lo que sería de mucha utilidad en el aislamiento impuesto por el coronavirus.
Esta muestra de afecto puede considerarse un verdadero elixir antienvejecimiento, ya que ejercita treinta 30 músculos faciales y activa el riego sanguíneo del rostro. Además, según los expertos, los besos disminuyen el colesterol, refuerzan el sistema inmunitario y ayudan a reducir la presión arterial al aumentar los latidos de forma saludable.
Los besos desatan un vendaval de calma y paz que también hace al sistema inmunitario más fuerte, además de aliviar el estrés y la tensión. Algo que es muy necesario en estos momentos de confinamiento.
En las circunstancias actuales los besos no son la principal muestra de cariño entre las parejas, según la encuesta de Gleeden. Es más, un 63% de ellos, la mayoría hombres, dice que no ha dado ningún beso desde el inicio del estado de alarma, especialmente por la falta de intimidad – al estar las 24 horas toda la familia en casa – y el miedo al contagio.
Del 37% restante, los que sí han besado, un 26% lo ha hecho con su pareja y en el 19% de los casos, el receptor del beso ha sido la mascota.
En todo caso, lo que es seguro es que este Día Internacional del Beso, festividad que surgió para conmemorar el beso más largo de la historia entre una joven pareja tailandesa que tuvo algo más de 58 horas de duración, apenas habrá besos.
Redacción (EFE)