La premisa del hasta ahora discreto «escape room» Arkanes de Toulouse es tan extrema como efectista: el usuario tiene la posibilidad de liberar al presidente de Francia, Emmanuel Macron, presentarlo ante la Justicia o «matarlo», una opción que ha colocado a ese local en el foco de la polémica.
Los participantes tienen como meta principal localizar al jefe del Estado, quien, según ese punto de partida ficticio, hace una semana que no ha hecho ninguna aparición pública tras la vuelta de las vacaciones.
Quienes acuden a Arkanes, grupos de tres a ocho personas a partir de los 12 años de edad, se meten en la piel de unos anarquistas y tienen 75 minutos para encontrar al mandatario antes de la llegada de las fuerzas del orden.
Resolver con éxito los distintos enigmas iniciales conduce finalmente a la sala en la que está ese falso Macron, un muñeco con su apariencia, en silla de ruedas, atado con cinta adhesiva y con la cara amoratada.
Pueden liberarlo con «polvo de perlimpinpin», expresión francesa para designar una pócima mágica que el presidente utilizó para referirse a algo supuestamente milagroso pero ineficaz; presentarlo ante los tribunales o «matarlo» con un cóctel molotov fabricado con trozos de «chaleco amarillo», la prenda que identificó al movimiento contestatario en su contra.
«Tres cuartas partes eligen ‘matarlo’«, según Camille, la gerente del local, responsable del guión de ese juego y de toda la ambientación. Su muerte también es simbólica en Arkanes: no se escenifica, porque los jugadores solo salen de la sala habiendo elegido su propio final.
Redacción (Agencias)