¿Por qué hay personas que no pueden vivir sin echarse una siesta después de la comida, mientras otras son incapaces? Según un nuevo estudio publicado en la revista Nature Communications, la frecuencia con la que las personas duermen la siesta está en parte regulada por sus genes.
Científicos del Massachusetts General Hospital han encontrado 123 áreas del genoma humano relacionadas con el hábito de dormir la siesta. Principalmente se han identificado genes asociados con la duración del sueño, el insomnio y la tendencia a ser un gran madrugador.
El estudio va más allá y concluye que la genética también ayuda a comprender por qué para algunos la siesta es beneficiosa y para otros no lo es. «Este estudio sugiere que en el futuro quizás se puedan establecer recomendaciones personalizadas sobre si dormir o no siesta; y sobre la frecuencia o la duración, en función de la genética del individuo», resumen los expertos.
El análisis ha permitido al equipo identificar al menos tres subtipos de personas que tienen más predisposición a dormir la siesta según sus genes: la propensión al sueño, el sueño ligero y los grandes madrugadores.