El inglés es el idioma más hablado del mundo, por eso, se suele asumir que, en el mismo, se pueden encontrar cualquier tipo de conocimientos y por ende, los estudios internacionales se obtienen, predominantemente, de documentos en lengua inglesa.
No obstante, una investigación, publicada en PLOS Biogoly, y dirigida por Tatsuya Amano, de la Universidad de Queensland (Australia), señala, a partir del estudio de más de 400.000 artículos que, el inglés puede contener información sin explotar, crucial para la conservación de la biodiversidad.
Según los autores de la investigación, el número de estudios que se publican en lengua inglesa está aumentando, mientras que, paralelamente, ascienden también los descubrimientos, hallazgos o investigaciones, para los cuáles, cuya descripción en inglés se queda escasa.
«Estos resultados tienen importantes implicaciones para los esfuerzos globales que abordan la crisis de la biodiversidad. Cuando está claro que, el inglés por sí solo, no nos proporciona suficientes pruebas científicas para tomar decisiones eficaces en materia de conservación, no podemos permitirnos pasar por alto ninguna prueba que haya por ahí, al tratar de abordar esta cuestión urgente», afirma la publicación. Además, los autores, constataron que la incorporación de estudios en lengua no inglesa, puede ampliar la disponibilidad de pruebas científicas sobre especies (entre un 5% y un 32%), y sobre ecosistemas (entre un 12% y un 35%).
En conclusión, estos resultados, indican, que hacer un mejor uso del lenguaje en la ciencia (con otros idiomas, a parte del inglés), puede ser un enfoque rápido y rentable para colmar esas lagunas que la sociedad tiene sobre el medio que nos rodea.