El kebab es probablemente la pieza de gastronomía turca más internacional, y la barbacoa es un clásico del ocio de fin de semana, pero con la actual inflación, la subida de los precios de la carne coloca este hábito fuera del alcance de muchos en Turquía.
«El mismo jubilado que antes venía a mi tienda para comprar un kilo de carne, ahora me pide 250 gramos», cuenta a Efe el carnicero Hüseyin Aysen, de Temelli, un municipio a medio centenar de kilómetros de Ankara.
El precio del kilo de carne se ha duplicado en un año, según cuenta, y aún así, él, como vendedor, sale casi peor parado que el consumidor, ya que los gastos de inversión han subido más del triple y el precio del heno incluso se ha multiplicado por diez.
«El año pasado yo podía alimentar una vaca con 18 liras al día, ahora me cuesta 65 liras», asegura Aysen, dueño de una granja de 300 reses que prometía un ingreso seguro, antes de que la caída de la lira y la inflación se llevaran todos los beneficios.
El margen de ganancia por cada kilo de res ha caído de 7-8 liras el año pasado a solo dos liras, hoy equivalente a diez céntimos de euro, señala el carnicero.
El hombre es el ejemplo de una clase media que se ve arruinada por la devaluación de la moneda turca, que ha perdido un 40 % de su valor desde noviembre pasado.
Así las cosas, un kebab clásico con guarnición al plato costaba este viernes 99 liras en un céntrico restaurante de Estambul, frente a los menos de 40 de hace solo un año.
NUEVO DESPLOME
Aunque la lira se recuperó tras el dramático desplome de diciembre, con valores de hasta 20 liras por euro, y en los últimos meses ha oscilado entre las 15 y 16 unidades por euro, el efecto inflacionista se hace notar cada vez más.
Este mes, la inflación interanual llegó al 73,5 %, si bien algunos economistas creen que en realidad es más del doble.
En las últimas tres semanas, la lira ha vuelto a perder un 13,5 % de su valor y la senda bajista se intensificó desde el lunes, con la lira cambiándose a 18,5 euros, muy cerca ya de las peores cifras registradas en diciembre de 2021.
Tras anunciar el Banco Central turco hoy que aumentará del 10 al 20 % la reserva obligada de los bancos para préstamos denominados en liras, la moneda se recuperó momentáneamente.
Sin embargo, los economistas señalan que la espiral de devaluación e inflación es inevitable cuando el banco emisor mantiene los tipos de interés en un 14 %, muy por debajo de la tasa de inflación.
Eso impide cualquier intento de ahorro y obliga a gastar todos los ingresos o bien convertirlos en oro o divisas.
TODOS BIEN, SALVO LOS POBRES
El Banco Central parece seguir órdenes del presidente de Turquía, el islamista conservador Recep Tayyip Erdogan, que justifica su radical oposición a una subida de los tipos con el argumento, no compartido por los economistas, que los intereses altos causarían más inflación.
El ministro de Finanzas, Nureddin Nebati, tuvo una explicación más convincente para esta estrategia, al declarar la semana pasada: «Hemos elegido el crecimiento junto a la inflación».
«Habríamos podido también tomar medidas muy duras para bajar la inflación, pero elegimos producción y crecimiento», asegura en una reunión del gobernante partido islamista AKP.
«La rueda gira. Con este sistema hacen ganancias las empresas de producción y los exportadores, aunque no los (sectores) de ingresos bajos», agregó.
Según el diario opositor Cumhuriyet, esta interpretación desató la ira de Erdogan, por evidenciar que la inflación perjudica a las capas menos adineradas, que el AKP considera su principal feudo electoral.
Efectivamente, la lira débil hace subir las exportaciones turcas, pero a la vez encarece la importación de materias primas no solo para la manufactura, el principal pilar de la industria turca, sino también para agricultura y ganadería, como sabe el carnicero Aysen.