Joy Milne, una enfermera escocesa jubilada de 72 años, fue consciente de que su marido tenía Parkinson más de 12 años antes de que le diagnosticaran la enfermedad. La mujer describía que su marido había cambiado, emanando un olor a humedad sobre los hombros y en la parte posterior de su cuello.
En aquel momento no se dio cuenta, pero lo relacionó en el momento que a Les (su marido) le dijeron que padecía de Parkinson y conocieron a más personas con el mismo olor. A raíz de ello, una universidad de Manchester, en colaboración con esta mujer, ha desarrollado una prueba simple de frote de piel que, según dicen, tiene una precisión de diagnóstico del 95%.
Esta prueba sería decisiva, ya que el propio médico de cabecera podría ser capaz de diagnosticar a los enfermos con esta enfermedad en un sencillo paso. A día de hoy, no existe ninguna prueba diagnóstica definitiva y es mediante la observación de la sintomatología lo que lleva a los médicos al diagnóstico de los pacientes.
Redacción (Agencias).