El 26 de marzo es la fecha elegida para conmemorar el Día Mundial del Clima. Dicha fecha tiene origen en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio climático en 1992. Desde entonces se invita a la población a replantearse ciertas conductas y la forma en las que estas pueden llegar a influir en el clima. Además, este año coincide en el fin de semana que se celebra también con La Hora del Planeta, una campaña que consiste en un apagón eléctrico voluntario, en el que se pide a personas y empresas que apaguen luces y aparatos eléctricos no indispensables durante una hora, desde las 20:30 hasta las 21:30 h. Es el sábado 25.
¿Clima o tiempo?
Para empezar, es necesario diferenciar entre clima y tiempo meteorológico. Este último hace referencia a las condiciones en un momento concreto, es decir, hoy hace sol o mañana va a llover. Por el contrario, cuando hablamos de clima nos referimos a unas condiciones que se mantienen durante el tiempo y no pertenecen a un momento determinado, por ejemplo, el clima de España es seco o húmedo, frío o cálido.
También hay que añadir que los cambios climáticos han sido y serán algo común en la historia del planeta, pero la gran diferencia ahora es que el que estamos viviendo en este momento no es debido a causas naturales. Los científicos coinciden en señalar que el cambio climático actual es por culpa de la actuación del ser humano y su actividad (la emisión de gases de efecto invernadero). La realidad observable de esta circunstancia se basa en el alargamiento de los veranos, disminución de los caudales medios de los ríos, la expansión del clima semiárido y el incremento de las olas de calor.
Por supuesto, estas variaciones en el clima no solo influyen en que la sociedad pase más o menos calor o que afecte a la agricultura, el turismo e incluso la salud. También es un problema en cuanto a la biosfera de todo el planeta como, por ejemplo, el derretimiento de los casquetes polares o la extinción de especies marinas y terrestres, entre otros.
Para los científicos y políticos existen dos tipos de respuesta frente al cambio climático. Por un lado, está la mitigación, es decir, todas aquellas estrategias orientadas a reducir las emisiones de gases invernadero que sirvan para revertir el cambio climático, y por el otro lado, la adaptación o estrategias dirigidas a evitar o limitar los riesgos producidos, es decir, un ajuste a las condiciones climáticas actuales y futuras.
Acciones políticas
El Acuerdo de París, aprobado en 2015, aspira a reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático manteniendo el aumento global de la temperatura durante este siglo muy por debajo de 2 grados Celsius con respecto a los niveles preindustriales. El acuerdo también aspira a reforzar la capacidad de los países para lidiar con los efectos del cambio climático mediante flujos financieros apropiados, un nuevo marco tecnológico y un marco de desarrollo de la capacidad mejorado.
En España se ha puesto en marcha La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan de acción con 17 objetivos y 169 metas en favor de las personas, el planeta y la prosperidad, además de tener una fuerte intención de fortaleces la paz universal y el acceso a la justicia. Esto se realiza a través de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, del 21 de mayo de 2021, una ley que genera grandes expectativas pero, que también abre el debate sobre el reparto de responsabilidades y el reparto de los futuros presupuestos generales del Estado entre las Comunidades Autónomas.
El objetivo de dicha ley es reducir un 23% la emisiones de gas invernadero, el aumento del consumo final de energía de fuentes renovales en un 42%, generar un 74% de renovables, y mejorar en un 39,5% la eficiencia energética.
Además, más de 400 organizaciones, ONG y plataformas se han unido en una Alianza por el clima con el objetivo de impulsar la movilización de los ciudadanos españoles para frenar la emisión de gases de efecto invernadero.
Acciones individuales
Es cierta la importancia de una legislación a nivel global y territorial para poder combatir el cambio climático, pero, cada uno de nosotros podemos hacer pequeñas acciones que no suponen grandes sacrificios y que, al sumarse cada paso individual, daría lugar una batalla ganada. Es por ello que os proponemos algunas acciones con las que poder sumar vuestro pequeño pero importante grano de arena.
- Practica las 3 “R”. La regla principal para empezar a ayudar al planeta.
Reduce. Consume mucho menos y hazlo de manera mucho más eficiente.
Reutiliza. Acude a los mercados de segunda mano (siempre se ha dicho que la basura de uno es el tesoro de otro) tanto para adquirir nuevas cosas como para dar la posibilidad a otras personas de utilizar las que tú ya no necesitas.
Recicla. Los envases, los aparatos electrónicos, el papel e incluso la comida. Con reciclar la mitad de la basura se puede llegar a ahorrar más de 730 kilos de CO2 al año.
2. Ahorra.
Los electrodomésticos (como televisores, ordenadores e incluso cargadores de móvil) son aparatos caseros que normalmente tenemos enchufados a la red eléctrica y aunque no los estemos utilizando consumen energía. El uso de lavadoras y lavavajillas debería llevarse a cabo tan solo cuando estos estén llenos. Y la posición de los electrodomésticos también es importante, la nevera o el congelador consumirán mucha más energía si se sitúan cerca de fogones, vitrocerámica o calderas. Reemplaza una bombilla tradicional por una de bajo consumo ahorra más de 45 kilogramos de dióxido de carbono al año. Si no lo haces por el planeta, hazlo por su bolsillo, que también ahorrarás dinero.
3. Cuida tu dieta.
Parece mentira, pero cuidar nuestra dieta, además de tener un beneficio personal en cuanto a salud, puede ayudar, y mucho, a combatir el cambio climático. Una dieta baja en carbono supone un gran avance. Para ello debes reducir el consumo de carnes y aumentar el de frutas, verduras y hortalizas. Además debes seleccionar los productos de temporada, para ayudar a una producción sostenible, y aquello de proximidad, para evitar importaciones que suponen una emisión extra en el transporte.
4. Dale una vuelta a tu transporte.
El coche es una forma muy sencilla y cómoda de viajar, pero, la gasolina y el diésel son principales emisores de CO2 (además de estar por las nubes económicamente hablando). Las carreteras de todo el mundo están plagadas de coches y, habitualmente, para transportar a un solo individuo. Lo mejor sería utilizar el transporte público, medios como la bicicleta o incluso ir a pie (lo cual favorecería tu propia salud). Si bien es cierto, en grandes ciudades es indispensable la utilización del coche, pero puedes compartirlo con compañeros de trabajo, para así reducir a la mitad las emisiones (y costes) además de favorecer las relaciones interpersonales.
5. Informa y educa.
Muchas veces no expresamos nuestras opiniones por miedo a lo que pueda decir el resto o pensar sobre nosotros, pero, qué mejor que alzar la voz por un problema tan grabe y global como el cambio climático. Entre todos podemos lograr ganar la batalla, por eso es importante que informes a tu entorno sobre las consecuencias del cambio climático y sobre las pequeñas acciones que puede hacer. Muchas veces no se adecúan espacios como comunidades de vecinos por desconocimiento.
Redacción: Álvaro Serrano.