El barrio neoyorquino del Bajo Manhattan era en 1973 una zona deprimida y olvidada donde la basura se amontonaba en solares de edificios derrumbados por los que ninguna constructora apostaba ni un centavo. En ese ambiente degradado nacieron las Guerrillas Verdes, un grupo de amigos creado por la difunta Liz Christy, cuyo empeño hizo posible el nacimiento del primer jardín comunitario de Nueva York, que lleva su nombre, y de un movimiento de defensa de estos espacios verdes que perdura hasta hoy.
Desde su creación hace 50 años, el movimiento creció como la espuma y en la ciudad empezaron a brotar decenas de jardines abiertos a sus comunidades, en los que se podían y se pueden plantar verduras, preparar abono orgánico, reunirse, celebrar bodas o encender una barbacoa. La ciudad apoyó muchos de ellos y, según la Alcaldía de Nueva York, en la actualidad se ofrece ayuda a más de 550 espacios verdes como el que creó Christy y sus Guerrillas Verdes.
Los tiempos han cambiado, incluso las bombas que fabrican las actuales guerrillas no son las mismas. Este año, desde su página web promueven el plantado de semillas de girasol en solares vacíos o abandonados, alcorques, aceras o áreas que no están cuidadas. Atienden a 300 jardines comunitarios de la ciudad y cada año llevan a cabo entre 90 y 100 proyectos para ayudar a reparar zonas de plantado, fabricar contenedores para hacer compost, arreglar caminos o recomponer vallas protectoras. Además, tienen programas dirigidos a jóvenes de entre 14 y 21 años para concienciarlos sobre la importancia de estos espacios verdes.
Redacción (Agencias).