Con cierta solemnidad y armado con su inseparable bajo, Sting ha ofrecido este domingo en Gran Canaria un salto atrás en el tiempo, con un recorrido por los grandes éxitos de su carrera y de la de The Police, y con un público más que dispuesto a meterse en el Delorean que ofrecía el inglés, que salió airoso de su propuesta ante más de 8.000 espectadores.
La velada, la última en España de su gira My songs, llegaba tras las paradas en Bilbao y Tenerife y tuvo un invitado especial cuando el sol comenzaba a ponerse en la capital grancanaria, al borde del mar: Joe Sumner, hijo de Sting, sirvió de telonero en la previa del concierto para dejar al público algo más predispuesto para cuando saliese la estrella británica, que de no ser por ese halo que envuelve a las figuras del rock, podría pasar por un turista que pasea por la playa de Las Canteras en temporada alta.
El británico se ha encargado de demostrar, como sucede con muchos de los miembros de la aristocracia del rock, que la edad y Sting van por separado, y durante las casi dos horas de concierto en las que se mueve de un lado a otro -ha renunciado al pie de micro y abrazado el micro de diadema a lo Britney Spears- sus 71 años no aparecen por ningún lado e interpreta los clásicos de The Police y sus éxitos propios sin renunciar a cierta intensidad.
Redacción (Agencias).