La investigación oncológica acelera sus avances con una herramienta clave: la inteligencia artificial. Forma parte ya del día a día del sector y augura un futuro en que avatares digitales de los pacientes permitan optimizar el tratamiento y su resultado.
Su abanico de posibilidades es tan amplio como su potencial y su objetivo es no limitar esa tecnología a los ensayos clínicos, el diseño de fármacos o el diagnóstico, sino que vaya también de la mano en ese último paso crucial, el de la terapia en sí.
La inteligencia artificial es el presente y también será el futuro. Probablemente ahora solo estamos rascando en la superficie de sus oportunidades. Y es que, el congreso anual de la Sociedad Americana de Oncología Clínica refleja que la práctica médica puede confiar en la inteligencia artificial (IA) para mejorar todas las fases del proceso: desde las pruebas y el diagnóstico hasta la predicción y selección de los tratamientos y la detección de recaídas.
La inteligencia artificial permite mejorar la selección del fármaco y de la dosis necesaria o asignar a los pacientes a las terapias que más les convengan. Pero también tiene como retos su uso en más tipos de cánceres y una mayor personalización. En ese último punto entran en juego sus «avatares digitales», alter egos de un paciente que están siendo sometidos todavía a ensayo clínico. Empiezan de cero usando solo los datos del propio enfermo para gestionar su tratamiento y recurre a biomarcadores para predecir la respuesta que este puede registrar.
Redacción (Agencias).