Cuando nos paramos a ver una obra cumbre, no miramos todos lo mismo ni hacia el mismo sitio y, en concreto, frente a «El jardín de las delicias» de El Bosco, el visitante observa más el Infierno que el Paraíso.
Así lo demuestra el resultado de un estudio científico en el que el Prado ha colaborado con el grupo de Neuroingeniería Biomédica de la Universidad Miguel Hernández (UHM) de Alicante.
La tecnología empleada en el estudio ha registrado la posición de los sujetos en la sala, ha medido el tiempo que cada uno miraba «El jardín de las delicias» de El Bosco -uno de los más visitados- y a qué parte de la obra prestaban más atención.
El Bosco pintó en 1500 este un tríptico que concibe como una pieza de conversación, pues en su primer destino sus propietario invitaban a la élite de la época para hablar sobre ella.
Los participantes han observado el cuadro con gafas con cámaras inalámbricas, que han permitido tener una visualización «fresca y real» de sus movimientos oculares, que han determinado que la observación del panel del Infierno fue de 33,2 segundos/metro cuadrado, frente a los 26 de la tabla central y los 16 del Paraíso.
Además, también han podido registrar, de manera simultánea con la observación, el tamaño de las pupilas, lo que proporciona información relevante sobre las respuestas emocionales.
«Cuando miran a Dios, hay una mayor dilatación de las pupilas. Y en el panel del Infierno, con la visión de las orejas cortadas y el cuchillo también pasa», indica Fernández Jover. Una tecnología que ha permitido observar cada detalle en la mirada de los visitantes, sus despistes, su fijación por algo determinado, su vuelta a empezar a mirar, o el hecho de que, debido al tamaño de la tela, parte inferior y superior son las menos observadas.
Los investigadores no han determinado si la curiosidad o el temor al Infierno, o el hecho de que el misterioso retrato del pintor esté en ese lado de la pintura es lo que determina la mirada hacia él, pero han tomado una medición iconográfica, según el tiempo de observación de elementos como las fuentes o algunos pájaros, para crear un «mapa de calor » de las zonas que más llaman la atención.
Redacción (Agencias)
Imagenes: Museo del Prado