Manos Unidas acaba de presentar la campaña «El efecto ser humano» con la que alerta de cómo el ser humano es la única especie que habita en la Tierra, capaz de transformar el planeta, para bien y para mal…
Una campaña con la que la ONG cumple 65 años de lucha contra el hambre y la pobreza, y en la que se va a enfocar en el cuidado del medioambiente y en denunciar cómo el maltrato al planeta afecta en mayor medida y, con consecuencias mucho más devastadoras, a millones de personas desfavorecidas que habitan en países que poco o nada han contribuido a ese deterioro.
Ese maltrato al planeta ha traído consigo una crisis climática que tiene ya graves consecuencias sobre las personas más vulnerables. Y las cifras que refrendan esta afirmación son abrumadoras: casi la mitad de los habitantes del planeta, entre 3.000 y 3.600 millones de personas, viven en zonas del mundo afectadas por los cambios en el clima. De hecho, según Naciones Unidas, «cada año, más de 20 millones de personas deben abandonar su hogar y trasladarse a otros puntos de su propio país debido a los peligros que causan la creciente intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos como las lluvias inusualmente fuertes, las sequías prolongadas, la desertificación, la degradación ambiental, los ciclones o el aumento del nivel del mar…
Hoy vamos a poner cara a una de esas personas que han tenido que «reinventarse» para poder hacer frente al reto de sobrevivir a la emergencia climática.
Nos trasladamos con Manos Unidas a una de las múltiples aldeas rurales de Barmer, uno de los distritos del estado indio de Rajastán, donde, a veces, sobrevivir puede parecer casi una heroicidad.
En Barmer no llueve nunca, o casi nunca. Por eso, esta zona se considera la más árida de un estado ya de por sí bastante seco. La precipitación anual varía entre los 10 y los 23 centímetros y las lluvias se producen de manera tan errática se produce de manera tan errática que, a veces, se pueden dar todas en un solo día. Y no volver a llover en todo el año.
En este inhóspito lugar no se puede encontrar agua en la superficie, no hay río y, ni tan siquiera, arroyos que fluyan. A esto hay que sumar que las aguas subterráneas son profundas y salobres.
Todo ello repercute en la agricultura y en la ganadería, que son los principales medios de vida de los habitantes de la zona. La sequía, que parece no querer abandonar la región, está provocando gran escasez de alimentos, de forraje para los animales y de agua potable. Esto obliga a los pequeños agricultores a dejar el campo atrás para trasladarse a las ciudades donde acaban viviendo en barrios marginales y empleados en trabajos precarios.
La ciudad los rechaza y el campo, en las actuales condiciones, no les permite vivir. Sobre todo, a las mujeres, discriminadas y marginadas, sobre las que recae, entre otras, la pesada carga de ir a buscar agua potable.
Manos Unidas trabaja junto a los Servicios Sociales de la diócesis de Ajmer para prevenir los desplazamientos y migraciones que estas personas nunca querrían emprender. Y lo está haciendo en 15 aldeas de Barmer, como antes lo hizo en otras 16 de la diócesis…
Los objetivos de este proyecto, que tiene una duración de dos años, son facilitar la disponibilidad de agua y proteger las reservas disponibles. Además, se está trabajando para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional y para abordar los problemas derivados de la sequía. Las mujer está muy presente en esta iniciativa, como lo está en tantas otras que pone en marcha Manos Unidas. La mejora de las capacidades sociales y económicas de estas mujeres, excluidas de la toma de decisiones y de la participación política y discriminadas por razón de género es uno de los principales retos que se ha marcado el proyecto.
Un reto alcanzable con esfuerzo y trabajo. Un reto que está permitiendo a miles de personas, castigadas de manera injusta por un deterioro medioambiental que no han provocado, tomar las riendas de su propia vida y hacer frente al desafío de vivir en medio del desierto.
En 2023, Manos Unidas destinó más de 5 millones de euros a proyectos relacionados con el agua y el medioambiente y a hacer frente a las consecuencias derivadas de la crisis climática.
Y, con la campaña, «El efecto ser humano» apela a la responsabilidad de la sociedad española, porque, como decía Albert Einstein «el mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino por los que miran sin hacer nada».