Las personas que viven a mayor altitud poseen menor probabilidades de sufrir un ictus, un efecto protector que es mayor entre los 2.000 y los 3.500 metros.
Así lo revela un estudio publicado en ‘Frontiers in Physiology’, el primero que analiza la incidencia de la hospitalización y muerte relacionada con ictus en personas que viven a cierta altura sobre el mar.
Los expertos consideran que las personas que viven a una altitud considerable se han acostumbrado a adaptarse a las condiciones del entorno, marcadas por una menor disponibilidad de oxígeno. En cambio, aún no han dado con la clave que explique cómo afecta este entorno a las posibilidades de que alguien sufra un ictus.
El ictus es una de las principales causas de muerte y discapacidad en todo el mundo.